Reflexiones
Palabras del productor, José Antonio Hergueta
¿Audiovisual o película?, ¿poema musical en imágenes o videocreación artística?, ¿documental o programa para televisión?
La realización que nos ha regalado Raúl Rodríguez es, en esencia, inclasificable. Esto la convierte en fascinante, aunque pueda sorprender a una audiencia no acostumbrada a formatos que se salgan de lo habitual.
“…Y véante mis ojos” nos hace viajar por un camino personal, muy lírico, en tres niveles: el de la mística de San Juan de la Cruz, el de la música y voz –maravillosa- de Amancio Prada y, finalmente, el de la escritura audiovisual de Raúl Rodríguez.
Raúl Rodríguez, además de un gran amigo, es un reconocido autor de vídeo español que estuvo en todos los catálogos, ciclos y exposiciones de videocreación en los años 80. Consiguió en sus trabajos combinar la poética con las nuevas tecnologías, sin perder en ningún momento la sencillez, el buen humor, la tranquilidad de su aldea leonesa, la simplicidad de las bellas imágenes. Y esto sucedía tanto cuando realizaba un vídeo personal o “artístico”, como si se trataba de un documental para televisión o un programa promocional, institucional o publicitario… siempre estaba esa escritura firme y tranquila, esa luz, esa belleza.
Cuando hace un par de años producíamos “Voz Interior”, una peculiar serie de charlas y programas para televisión que habían ideado Pilar San Pedro y Raúl Rodríguez, quedó en sus manos esa herramienta de escritura excepcional que es la cámara doméstica y a la vez digital de formato DVCAM. Tras años alejado del vídeo, Raúl recuperó su manejo, similar al de un bolígrafo, un visor del mundo, un espejo de su entorno, engrasar esa mirada, ese pulso con la realidad y la poesía a través de las imágenes…
De ahí surgió “Y véante mis ojos” , desde esa libertad, a veces soledad, a veces, porque siempre hay compañía, se abre el mundo, y regresa la belleza… El resto lo puede explicar mejor Raúl, que lo ha vivido desde dentro.
Impresiones del director, Raúl Rodríguez
Un día del mes de mayo de 2002 viajaba yo en coche por una carretera entre fresnos y robles. La sierra segoviana dibujaba el horizonte a mi izquierda con su perfil tan antiguo y exacto. Iba escuchando a Amancio Prada, su versión del Cántico , una cinta que siempre tengo a mano. La mañana era fresca, soleada. La luz, radiante. De pronto, comienzan a venirme a la cabeza imágenes, una detrás de otra, imágenes de alguna manera relacionadas con la música y los versos que sonaban en el coche. Con alguna de estas imágenes estaba familiarizado, otras eran completamente nuevas. Un hueco de luz se estaba abriendo en alguna parte del cerebro. En aquel mismo momento supe que algo nuevo estaba ocurriendo, espontáneamente, sin presión. Algo me estaba diciendo que quizá, por fin, estuviera en disposición de poner imágenes al Cántico de San Juan de la Cruz.
¿Sería yo un osado?
La poesía del Cántico y la música de Amancio Prada, siempre alentadora, han inspirado desde su origen este audiovisual titulado Y véante mis ojos , desde aquel fuerte impulso, esperado y fecundo, de un día de primavera. Un impulso que no cede.
¡Y cómo es la vida! El azar volvió a confirmar sus reglas: a los pocos días me encontré en León, de casualidad y en plena calle, a Amancio Prada, a quien me une una amistad de años. Le conté el proyecto y me animó a iniciar el trabajo. Él celebraba los veinticinco años de su estreno del Cántico y acababa de grabar Canciones del alma , con una nueva versión del Cántico , más algunas canciones inéditas sobre otros tantos poemas de San Juan de la Cruz. Un disco extraordinario.
He grabado durante un largo periodo de tiempo con una cámara de vídeo digital, en completa libertad y con muchas ganas. He pateado el hielo y la nieve, los ríos incansables. He visto de cerca el brote de las hojas verdes en los árboles y el fabuloso otoño. Me he dejado atravesar por el calor del verano. Los animales también me han acompañado. La naturaleza es una presencia permanente en este trabajo.
He querido que en que en las imágenes y en los sonidos no haya metáforas ni simbolismos. Lo que se dice es lo que es. Aquí casi no hay cuento, la ficción ha desaparecido.
Me he limitado a hablar de corazón.
Creo que el Cántico de San Juan de la Cruz es fascinante, aunque tengo que confesar que para mí continúa siendo un misterio. Sigo sin entenderlo, pero no me importa, todo lo contrario. Más que el significado de los versos, lo que me interesa es la armonía que nos envuelve en su lectura, ese sutil enlace con todo lo que existe. Las palabras del Cántico tejen con delicada armonía, van calando dentro, se van instalando, entrando más adentro en la espesura.