La película
"Y véante mis ojos" es un largo poema en imágenes basado en el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz y la música de Amancio Prada.
Está inspirado en la naturaleza: todas estas bellas imágenes fueron apareciéndose a su autor, Raúl Rodríguez, a lo largo de un año en distintos lugares de la geografía española.
Según las recogía pacientemente, alegremente, Raúl Rodríguez fue vislumbrando esta original película, compuesta en base al Esposo, la Esposa y las Criaturas, igual que lo hiciera San Juan de la Cruz en su Cántico Espiritual, hace más de cuatrocientos años.
En “…Y véante mis ojos” las cuatro estaciones aparecen entremezcladas a través de la presencia constante de los árboles y el fuego, en una danza sin fin, en un estallido feliz de las emociones y el color.
Lo mismo que todavía hoy sucede con los textos de San Juan de la Cruz, no es fácil resumir o explicar el argumento de este poema audiovisual, pero lo vamos a intentar:
El Esposo es un hombre que camina a través de los campos nevados, en secuencias de blanco y negro; un hombre que mira, busca, otea, huele, discierne entre los elementos que aparecen ante él. Este hombre representa la noche oscura de la vida: las pruebas, las dudas, las enormes dificultades.
La Esposa está representada por una mujer de larga melena que recibe los rayos dorados del sol de la tarde. Ella es el erotismo, la fecundidad, la gloria de la luz y de la existencia plena sobre la tierra. Ella es todas las mujeres. Una explosión de luz se cuela a través de su cabello entrelazado.
El canto de las Criaturas lo representa el agua; un agua que ha sido grabada bajo todas las formas posibles: niebla, hielo, nieve, torrentes, ríos sonorosos... Un agua que va marcando el camino de la vida, un camino hacia lo suave, lo fluido, el camino del eterno retorno.
Hacia el final de la película, el fuego derrite al hielo, la nieve arde, la pasión vence a lo frío, la luz penetra en la oscuridad.
Masaje para el cuerpo, bálsamo para el alma, “…Y véante mis ojos” se hermana con la más alta poesía que representa la lírica de San Juan de la Cruz, en comunión completa con la bellísima música de Amancio Prada.
Pero más allá del texto, la voz, la música y las imágenes hay toda una propuesta de viaje a través de la naturaleza y de un viaje, igual de intenso, a través del profundo ser de los humanos.
A nadie que se acerque a contemplarla “…Y véante mis ojos” dejará frío o indiferente. Acostumbrados al actual frenesí de la televisión, ha de sorprendernos esta propuesta audiovisual que quiere mostrar algo distinto, y lo quiere proponer a través de un ritmo suave, pausado, tranquilo. Esta película nació desde el corazón y al corazón de las personas viaja.
Se ha cuidado al detalle la calidad del sonido y la imagen. “…Y véante mis ojos” invita a ser vista varias veces, muchas veces, en soledad, en familia o con amigos. Contemplada con atención pronto exhala un delicado aroma, fruto de esa belleza y esa delicadeza que la vieron nacer.